Siempre pensar bien de todos: cuidar y analizar mis pensamientos y mis juicios; dejar hablar antes que nada al Amor, al corazón; alejar de mi los pensamientos negativos.
Sonreír siempre y a todos: A los pequeños, a los que me rechazan, a los antipáticos, a los que me quieren y no me quieren, a los más pobres y olvidados.
No escuchar críticas sobre las personas, descalificaciones, retirarme y no tomar parte en la conversación
No permitir que el enojo penetre en mi corazón, contra nadie, ni contra mi mismo; que mis palabras ni mi tono de voz reflejen ese mal sentimiento.
Acrecentar y darle fuera al camino de oración: Es el tiempo prioritario